martes, 7 de mayo de 2013

Grasas: Las Buenas, Las Feas Y Las Malas.

Las grasas y los aceites están formados por cadenas de moléculas de carbono a las que se unen moléculas de oxígeno e hidrógeno. Cada una tiene sus propiedades y sus efectos en el organismo. Las que restringe la dieta MET son las saturadas. ¿Qué son? Hablamos de grasas saturadas cuando la cadena de carbono está completamente rodeada de hidrógeno. Conviene evitarlas porque, además de engordar, su consumo excesivo eleva la presión arterial y el riesgo de sufrir un infarto cerebral, diabetes del tipo II y cáncer de mama o de ovario. Las grasas saturadas se solidifican a temperatura ambiente. Ejemplos: la margarina entre las de origen vegetal y la manteca y la mantequilla entre las de origen animal.
Algunas grasas son vitales e incluso pueden ayudarnos a luchar contra los michelines, mientras que otras tienen el efecto contrario. Para llevar una alimentación sana, debemos saber distinguir las grasas buenas de las malas.


Las grasas feas

Dentro de esta categoría, los ácidos grasos trans son los peores. Huid de ellos. Se trata de grasas procesadas, a las que se ha añadido hidrógeno para prolongar la vida comercial de los productos que las contienen y para convertir los aceites vegetales en margarina, y son sólidas a temperatura ambiente. Se les atribuyen tantos efectos nocivos que, en lugar de feas, deberíamos llamarlas peligrosas. Para empezar, se las asocia con la arteriosclerosis (el endurecimiento de las arterias) porque fomentan la agregación plaquetaria. Los estudios indican también que esas grasas incrementan la exposición a los radicales libres y el riesgo de desarrollar un cáncer, interfieren en la función de la corteza cerebral, modifican los mecanismos de acción del sistema inmunitario, entorpecen la desintoxicación hepática y reducen la sensibilidad a la insulina al restar flexibilidad a la membrana celular. Una investigación publicada recientemente ponía de manifiesto que si se obtiene el 3% de las calorías de esos ácidos grasos, hay un 50% más de probabilidades de sufrir un ataque al corazón en un periodo de 14 años. Estudios efectuados en la Facultad de Salud Pública de Harvard confirman que los ácidos grasos trans duplican el peligro de que se produzca un ataque al corazón, aumentan el riesgo de diabetes y matan al menos a 30.000 estadounidenses todos los años. Podéis reconocerlas porque van acompañadas de los términos hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas en la etiqueta de los productos. Se incluyen los alimentos como “aceites parcialmente hidrogenados” o “grasas vegetales”, y se utilizan, sobre todo, en los establecimientos de comida rápida, las patatas fritas, la bollería industrial, los alimentos procesados y los fritos de los restaurantes. Fijaos cuando vayáis al supermercado: os sorprenderá la gran cantidad de productos que contienen estas grasas perniciosas. Son los que se desaconsejan cuando se sigue el sistema MET (y, en general, si deseamos velar por nuestra salud a largo plazo).
Según el Departamento de Nutrición de la Universidad de Harvard (‘Trans fatty acids and coronary heart disease’, Arnold, Jill; 15 de noviembre de 1999), el 12 de noviembre de 1999 las autoridades sanitarias estadounidenses anunciaron su intención de obligar a incluir los ácidos grasos ‘trans’ en el etiquetado de los alimentos tras comprobar en estudios metabólicos y epidemiológicos que influyen notablemente en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Es más, dos sistemas estadísticos distintos indican que sus efectos adversos son mayores que los de las grasas saturadas. Nuestros cálculos más conservadores sugieren que la sustitución de las grasas parcialmente hidrogenadas por aceites vegetales no hidrogenados evitaría la muerte prematura por afecciones coronarias de unas 30.000 personas al año sólo en EE UU, pero los estudios epidemiológicos señalan una cifra cercana a 100.000. De hecho, ese índice de mortalidad podría reducirse aún más si, además de las grasas ‘trans’, se suprimieran de la dieta también las saturadas.

Las grasas buenas

Las mejores grasas son las denominadas insaturadas, que se dividen en dos grupos: monoinsaturadas y poliinsaturadas. Monoinsaturadas son aquellas a cuya cadena le faltan dos moléculas de hidrógeno. El aceite de oliva virgen extra constituye una fuente excelente de este tipo de grasas. Su consumo habitual tiene numerosos efectos positivos para la salud, como la reducción del nivel de colesterol malo y el aumento del bueno. Otra razón por la que el aceite de oliva virgen extra (prensado en frío) resulta beneficioso es que contiene un compuesto llamado oleuropina, con propiedades antibacterianas y antivíricas. Investigaciones realizadas en España revelan que el aceite de oliva puede prevenir el cáncer de colon; el español, en concreto, aporta el mayor índice de polifenoles, potentes antioxidantes. Estudios llevados a cabo en Harvard indican que las mujeres que toman aceite de oliva más de una vez al día tienen un 25% menos de riesgo de sufrir cáncer de mama. La dieta MET anima a los deportistas a incluir en su alimentación diaria la dosis adecuada de grasas monoinsaturadas (en particular, de aceite de oliva virgen extra prensado en frío) por la función de apoyo que desempeñan en la generación y mantenimiento del tejido muscular y en la eliminación de la grasa. Un punto clave que debemos tener presente es que las grasas monoinsaturadas son importantes para perder tejido adiposo porque afectan a las hormonas, y una dieta demasiado baja en estos lípidos puede causar una caída en picado de la testosterona. Cuando se sigue un programa de aumento de volumen, un modo magnífico de mantener elevado el nivel de testosterona y de hGH y bajo el de cortisol (una hormona que destruye el músculo) consiste en combinar las fórmulas de Venice Beach Primestrin+ y ADL3 con la ingestión de la cantidad apropiada de grasas monoinsaturadas, que, además de ser cardiosaludables, ayudan a neutralizar la acción lipogénica de la insulina y el hambre.

Una forma sencilla y económica de consumir grasas monoinsaturadas consiste en elaborar un aliño para ensaladas compuesto de una parte de vinagre balsámico por cada dos de aceite de oliva virgen extra. Lo que hacen también los clientes de Venice Beach es echar una cucharadita de aceite de oliva a una sartén antiadherente cuando preparan verduras salteadas o carne a la plancha. Primestrin+ y ADL3 ya están disponibles en algunos países europeos, y deberían considerarse elementos básicos de cualquier programa de suplementos para acelerar el proceso del desarrollo muscular. Primestrin+ es una fórmula bioactiva y de absorción mejorada, con propiedades anabólicas y potenciadoras de la GH, que contiene las dosis y los componentes precisos con los que, según los ensayos clínicos, se consigue una mayor liberación hormonal y un aumento de la sensibilidad de los receptores celulares. Para las personas que se entrenan con pesos, esto significa más masa muscular tras cada entrenamiento. ADL3 incluye una serie de poderosos ingredientes, también científicamente probados, que regulan la secreción del cortisol, cuyo nivel, como hemos indicado, debe controlarse para poder seguir creciendo a un buen ritmo (ver la columna Dejad atrás vuestro desarrollo actual).

Pero el aceite de oliva virgen extra tiene muchos otros beneficios para la salud:
• Favorece la absorción intestinal de los nutrientes.
• Evita la retención de líquidos.
• Reduce las posibilidades de formación de cálculos biliares.
• Reduce la presión arterial.
• Reduce el riesgo de sufrir cáncer de próstata.
• Aumenta la hidratación de la piel.
• Previene la osteoporosis.
• Reduce el nivel de glucosa
en los diabéticos.
• Ayuda a evitar los desarrollos tumorales.
• Estimula la secreción pancreática.
• Mitiga los problemas gástricos.
• Mejora la actividad de la vesícula.
• Aporta compuestos que mejoran la salud, como el betacaroteno y los polifenoles, potentes antioxidantes.

Las grasas poliinsaturadas están formadas por cadenas de carbono a las que les faltan al menos cuatro moléculas de hidrógeno. Entre ellas, se encuentran los ácidos grasos omega 3 y omega 6, llamados esenciales porque el organismo no puede sintetizarlos por sí mismo y necesita obtenerlos de los alimentos. Además de mejorar los niveles de colesterol (como las grasas monoinsaturadas), obstaculizan el almacenamiento de grasas y reducen el cortisol.
Pero debemos escoger con cuidado. Investigaciones recientes demuestran que, al contrario de lo que se creía hasta ahora, grasas poliinsaturadas de origen vegetal como el aceite de alazor o de maíz no constituyen las opciones más adecuadas. Sí, ayudan a reducir el nivel de LDL (el colesterol malo), pero también se asocian a un aumento de la incidencia de las dolencias cardiovasculares. Las grasas poliinsaturadas derivadas del pescado y del aceite de semilla de lino son elecciones bastante más acertadas.


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